Las escuelas de padres y madres son espacios formativos que tienen un papel fundamental dentro de las comunidades educativas. Su propósito principal es acompañar a las familias en el proceso de crianza, proporcionándoles herramientas prácticas y conocimientos sobre el desarrollo infantil. En una época donde los retos familiares se han diversificado, estos espacios permiten construir redes de apoyo, compartir experiencias y fortalecer la alianza entre familia y escuela, lo cual repercute directamente en el bienestar emocional y académico de los niños y niñas.
Uno de los enfoques más promovidos dentro de estas escuelas es el de la “disciplina positiva”, un modelo educativo basado en el respeto mutuo, la empatía y la firmeza desde el amor. A diferencia de los métodos punitivos tradicionales, la disciplina positiva enseña a los adultos a guiar a los niños de manera constructiva, ayudándoles a desarrollar habilidades socioemocionales esenciales como la autorregulación, la responsabilidad y la toma de decisiones. Este enfoque no solo mejora la convivencia familiar, sino que también fortalece la autoestima infantil.
Cuando las madres y los padres comprenden cómo funciona el cerebro infantil y cómo influyen sus propios estilos de crianza, pueden responder con mayor comprensión y paciencia ante los comportamientos desafiantes. Las escuelas para familias, al ofrecer estos conocimientos, promueven un acompañamiento a nuestros niños más consciente y menos reactivo. De este modo, se favorece un entorno más seguro y afectivo, lo que se traduce en niños emocionalmente más estables y con mejor disposición al aprendizaje. La disciplina positiva no solo transforma la manera en que educamos, sino que también siembra las bases para una sociedad más respetuosa y equitativa.
Además, al estar vinculadas a los centros educativos, estas escuelas fortalecen el trabajo en equipo entre docentes y familias. Esta colaboración permite que los valores y normas que se enseñan en el hogar y en la escuela estén alineados, generando un entorno coherente para los niños. Los estudiantes que crecen en contextos donde existe esta armonía suelen mostrar mayor rendimiento académico, mejor comportamiento y relaciones más saludables.
Por tanto, fomentar la formación de madres y padres desde los centros educativos es una estrategia clave para construir comunidades más empáticas, colaborativas y emocionalmente equilibradas. Impulsar estos espacios constituye una responsabilidad compartida y una valiosa oportunidad para el desarrollo integral de la infancia.
Post escrito por el Equipo de Infantil de La Salle Sagrado Corazón
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