“No existe un auxiliar pedagógico tan eficaz como el cuento para educar la atención, como cauce de la capacidad imaginativa, como base moral, como principio de la educación literaria y como enriquecedor del lenguaje.” (Fortún, 2017)
La hora del cuento es, para los niños/as, una hora mágica y los libros que los mayores tienen en sus manos y les enseñan, un misterio. Cuando un adulto lee un libro muestra que conoce un código secreto que le permite adentrarse en un mundo desconocido lleno de personajes y de historias. Los niños/as desean ser conocedores del código para poder viajar a esas historias: así comienza el deseo lector. Así comienza la magia de los cuentos.
Un acto -aparentemente- sencillo como contar un cuento se encuentra repleto de múltiples beneficios. Las historias que se encuentran en los cuentos son una magnífica herramienta para potenciar el desarrollo intelectual en relación con la memoria y a la atención, el desarrollo emocional y la gestión de las emociones y conflictos, y el desarrollo social con la adquisición de valores y conceptos morales. Aprender a escuchar cuentos, a leer signos que comunican, ayuda al niño/a en la posterior comprensión de la palabra escrita. Además, es la primera forma consciente de comunicación literaria, es decir, contar cuentos es una maravillosa manera de ir introduciendo el placer por la literatura.
Contar un cuento es jugar, es compartir, es viajar; no obstante, no es una tarea sencilla como puede parecer a priori y requiere tener en consideración un conjunto de aspectos esenciales: la hora del cuento debe ser un momento de disfrute y por ello, se considera esencial que el clima o ambiente para la narración sea relajado y sin ningún elemento distractor que no permita la inmersión en la historia. Los textos deben ser seleccionados minuciosamente ajustando el tipo de cuento y contenido a la edad del alumnado. La interacción debe estar siempre presente con el receptor tanto al principio, como durante y, sobre todo, al final, para así hacer del momento un acontecimiento conjunto y compartido.
La narración de un cuento enriquece la imaginación de los niños, bajo la magia de la palabra construyen en sus mentes la escena descrita y la ven con los ojos de la imaginación. Por ello, y como último y esencial aspecto a tener en cuenta en la hora del cuento se destaca la propia manera de narrar el cuento: la elección del tipo de narrador (cómico, misterioso, mágico, juglar, marciano, cuentacuento, etc.), las fórmulas para empezar el cuento (érase lo que era, el mal que se vaya y el bien que venga; era esta vez, como mentira que es, etc.), la entonación general, el ritmo, el volumen y la expresividad.
Para los más pequeños este es uno de los momentos más especiales del día, el adulto se sitúa frente a ellos para narrarles una historia, en la que por fin sin prisas, se genera una conexión más allá de la narrativa.
No olvidéis como educadores practicar con frecuencia esta poderosa herramienta.
“Es un buen libro aquel que se abre con expectación y se cierra con provecho”. Amos Bronson Alcott.
Post escrito por el Equipo de Infantil de La Salle La Paloma
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