Hace sólo unas semanas, antes de conocer de cerca al Covid-19, el hecho de frenar de golpe el acelerado ritmo de vida y disponer de horas libres extra hubiera sonado a regalo en muchas casas. Hoy, mientras el mundo sanitario sufre un estrés histórico y tanta gente vive con su empleo en cuarentena, hay quienes no sabemos cómo gestionar un inesperado tiempo libre sin aburrirnos.

Según algunos psicólogos es un error verlo como un sentimiento negativo, e incluso recomiendan que es positivo aburrirse de vez en cuando. Su diagnóstico es claro: Hoy en día nos aburrimos más porque vivimos en una hiperactividad cognitiva, en un zapping cultural, informativo, afectivo que nos conduce a una espiral de entretenimiento y de actividad. Además, estamos influidos por prejuicios como el que identifica el estrés y una vida ajetreada con ser alguien profesionalmente relevante. Por tanto, cuando frena la actividad, la persona siente un vacío, teme no saber qué hacer. 

Sin embargo, aburrirse puede ser un buen motor de cambio, de redirigir nuestra vida. Si lo afrontamos sin agobio sino descubriendo por qué nos pasa podemos hacer que algo nuevo suceda, que se abra una puerta que no sabíamos que estaba ahí. Parémonos, aceptemos la situación, preguntémonos qué sentimos y dejémonos llevar a ver qué pasa, a dónde nos lleva la mente y las sensaciones. Quizás así aparezca ese flow, ese momento en que se pierde la noción del tiempo haciendo algo que no habías calculado, cuidando una planta, cantando o tal vez cosiendo. Podemos aprender algo de nosotros mismos, puede ser el punto de partida de algo positivo.

Si nosotros como adultos tenemos una experiencia positiva del aburrimiento, podremos transmitírsela a nuestros hijos. El aburrimiento tiene una finalidad. Cuando una persona está sanamente aburrida despiertas su curiosidad por salir de esa apatía o de esa situación. Y cuando tenemos esa curiosidad es cuando surge la creatividad. Aparecen esas ideas creativas para poder hacer las cosas de forma distinta. Así que podemos decir que el aburrimiento tiene un sentido evolutivo: ¿qué hago ahora? Ese no saber qué hacer motiva que el cerebro piense en otra dirección para buscar juegos y entretenimientos.

Pero no caigamos en la tentación de privarles de este camino a nuestros hijos. Cuando nos diga: “mamá, papá, me aburro”. No les deis la respuesta hecha. Permitidles ese tiempo como un regalo, y luego simplemente devolvedles la pregunta “¿qué puedes hacer?”, ofreciéndoles un material de juego manipulativo y abierto a la creatividad (papel, pinturas, cajas, construcciones y cuentos).

Si los adultos somos capaces de mantenernos al margen, los niños acabarán dando con una forma de divertirse. Conectar consigo mismos y buscar actividades o acciones que puedan sacarlos del tedio, hará que nuestros hijos sean más flexibles cognitivamente, más tolerantes, más creativos, y por tanto más resolutivos.

Post de hoy escrito por el Equipo de Infantil de La Salle Talavera