El hogar y la escuela son los contextos de referencia del mundo de los niños desde las primeras edades para la adquisición del lenguaje.  Cada una de estas dos esferas sociales tienen sus propias demandas hacia el niño, siendo habitualmente en el entorno escolar, donde se incrementan acompañando al desarrollo madurativo del alumno.

Por ello, los primeros años de la educación infantil suelen ser un desafío para el aprendizaje y la adaptación de todos los niños, tanto en el aspecto académico como desde el ámbito interpersonal y social.

Es por tanto una tarea conjunta entre la familia y los educadores que este camino sea exitoso y motivador para ellos.

Uno de los aspectos esenciales para que el avance sea significativo es la capacidad del niño para transmitir sus deseos, emociones y manifestar sus intereses a través del lenguaje.

El lenguaje que el niño necesita en la vida real viene dado por las experiencias que comparten en el contexto familiar y el escolar. El vocabulario de los niños está durante toda la vida enriqueciéndose continuamente y la adquisición de nuevas palabras estará ligado a sus propios intereses.

Sin duda, la comunicación es el alma del aprendizaje escolar y el lenguaje es trascendental para el éxito futuro de nuestros alumnos, siendo entonces de notoria importancia controlar de cerca su correcta adquisición y trabajar para su desarrollo óptimo.

Aunque en conversaciones ordinarias se utilizan indistintamente, existe diferencias entre los términos: Lenguaje, comunicación y habla.

El lenguaje es el código simbólico estructurado que cataloga los objetos, las relaciones y los hechos. Es el código que empleamos todos aquellos que pertenecemos a una comunidad lingüística.

Comunicación es el proceso por el cual una persona formula y envía un mensaje a otra, la cual lo recibe y procede a descifrarlo.

Habla es el acto de producir sonido combinándolos en palabras para lograr la comunicación.

El habla es un sistema bastante complejo que exige un proceso de maduración óptimo, tanto de los procesos mentales como físicos que intervienen en esta capacidad de codificar el lenguaje. Y es alrededor de los 6/7 años cuando se alcanza el punto álgido de este proceso.

No obstante, esta culminación puede verse menoscabada por hábitos que inconscientemente alargamos y mantenemos en el hogar y que no contribuyen al desarrollo madurativo del niño y que a la larga pueden tener un impacto significativo en sus aptitudes comunicativas.

Como familia es importante atender a las pautas o directrices que nos sugieren para prevenir futuros problemas del habla y del lenguaje, cuyas causas residan no tanto en problemas del desarrollo evolutivo normal del niño como en aspectos ambientales que ralentizan la adquisición de habilidades del habla. Algunas muestras de ellos son:

  • Uso prolongado de la chupa; ya que superada la edad de 24/36 meses el niño posee estrategias para calmar con ayuda del adulto situaciones de nerviosismo y no precisa de la chupa o el dedo.
  • Situación similar ocurre con el biberón y hábitos alimenticios basados en alimentos semisólidos o pureados. Ello puede ocasionar problemas en el aparato bucofonador, tales, como malformaciones dentales, caries, maloclusiones bucales, mordida abierta o cruzada, masticación, deglución atípica o incluso dificultades en el habla.

 

Una correcta alimentación, entendiendo con ello la introducción progresiva de alimentos sólidos, distintas texturas; propician la maduración del área que interviene en el habla: movilidad de la lengua, presión de los labios, uso de los dientes, movilidad de los maxilares y paladar.

Todo un conjunto de prerrequisitos básicos que orquestados correctamente y siguiendo el patrón evolutivo del desarrollo, permitan desplegar al niño la posibilidad de comunicarse eficazmente a través del habla.

 Es aconsejable ajustar el lenguaje con el que nos comunicamos con el niño, proporcionándole modelos verbales acordes a su edad, huyendo del lenguaje infantil y poco elaborado.

Los niños aprenden a través de la imitación y reproducen nuestros patrones de comportamiento, de relaciones sociales y de comunicación. Proporcionarles un lenguaje rico, adaptado a su nivel de madurez verbal, con un vocabulario amplio, haciendo expansión y extensión de sus emisiones hacen que su vocabulario y capacidad expresiva sean ricos.

En la primera infancia, de manera natural y mientras están desarrollando el habla suelen cometer procesos fonológicos como sustitución de fonemas, omisión de sílabas, simplificación de palabras, entre otras; por lo general, el momento apropiado para empezar a corregir errores es, cuando estemos seguros de que el niño tiene la capacidad para corregir por sí mismo sonidos, es decir, la capacidad de autocorrección, que normalmente suele ser hacia los 5 años, momento en el que dejan de utilizar estos procesos fonológicos.

Por todo ello, el colegio y la familia debemos aunar nuestros esfuerzos y trabajar muy estrechamente y en perfecta sintonía con el fin de que nuestros niños alcancen el mayor éxito en todos los ámbitos del desarrollo, poniendo especial énfasis en el campo de la comunicación en los primeros años.

Esta relación entre ambas esferas sociales en las que se desenvuelve el niño tienen que caminar de la mano, siguiendo una misma línea de intervención, con similares patrones de funcionamiento, proporcionando al niño entornos seguros que propician sus procesos madurativos, dándole una retroalimentación clara e inequívoca de que lo vamos a acompañar en su crecimiento bajo un mismo estilo educativo.

Post escrito por el Equipo de Infantil- Aula Enclave La Salle San Ildefonso.